Como colombiana, me enorgullece que nuestro país diera un paso a las libertades, a leyes que protegen la minorías y a la reinvindicación de los derechos humanos de una población altamente vulnerable y que han sido marginadas, estereotipadas y estigmatizadas. Ya era hora de que nos uniéramos a lista de países latinoamericanos que han legislado a favor de la diversidad sexual.
Como activista LGBTTTIQ, defensora de derechos humanos, feminista y trans, fue gratamente emocionante leer por noticias, la aprobación del matrimonio entre parejas del mismo sexo en Colombia.
Y es que son varias las razones para estar más que feliz, una de ellas era la urgente necesidad por el reconocimiento de las familias modernas, no sólo porque lo necesitábamos como sociedad y/o nación, sino que era necesario reivindicar derechos LGBTI, igualdad, equidad, justicia y no menos importante, por dejarle un mensaje de inclusión a futuras generaciones de lo importante que es el respeto a la diferencias.
Ese siete de abril, fue un día histórico para el país convirtiéndose en el cuarto de la región en aprobar el matrimonio igualitario, gracias a que la corte constitucional colombiana, nos brindó garantías a las parejas sexo diversas, ya que estás leyes le permiten a las personas ser felices con la persona que aman, promoviendo un país con menos prejuicios y mucho menos homofóbico, lesbofóbico y transfóbico.
Y aunque socioculturalmente, no esté aceptado, por lo menos hay leyes que nos protegen y que poco a poco van a contribuir a que las personas aceptan más la diversidad y el derecho que tienen las personas a ser libres.
Sobre la adopción, aún tengo mis dudas con respecto a las garantías que se les ofrece a las parejas homosexuales, porque a veces pongo en duda que realmente se cumpla la ley con la misma igualdad que a las parejas heterosexuales, pero es un avance importante que debe ser respetado por los organismos involucrados.
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